lunes, 18 de marzo de 2013

Dany


Por muchas cámaras que pasen por mis manos, no soy de pillarle manía a ninguna de ellas, símplemente hay algunas que me gustan más y otras que menos, las primeras se quedan en casa, las segundas las vendo para así poder financiarme nuevas compras. Y así pasa el día a día, comprando y vendiendo, intentando comprar barato y vender caro, cosa que por extraño que parezca, suelo conseguir... hacía tiempo, mucho tiempo, que tenía ganas de tener una TLR así que cuando se puso a tiro una Yashica Mat 124G de confianza me hice con ella. Nada más tenerla en mis manos sentí simpatía hacia ella, sin embargo he de reconocer que me ha costado hacerme con su manejo, por no hablar de que en un invierno de lluvia permanente, siempre he errado la elección de la película, quedándome corto de velocidad y en consencia obteniendo imágenes oscuras cuando no trepidadas...y de resultas comencé a rechazar la cámara culpándola de mis malas fotografías hasta el punto de casi llegar a vendarla. Afortunadamente un carrete perdido en un cajón, quizás el primero que realicé con ella, a principios del vernao del año pasado, me ha hecho ver mi equivocación. La Yashica Mat 124G no es una Rolleiflex, pero por su precio no hay nada en este mundo que la pueda igualar, la nitidez que se obtiene cuando clavas el foco en un buen día es sobresaliente, baste ver la instantánea de hoy, con el enfoque clavado en la barca...

Desde luego una TLR no es una cámara para hacer fotografía urbana, aunque los clásicos utilizan estas cámara también para esto, pero su manejo y el hecho de poder disparar en un formato tan estético como el 6X6 invitan a tomarse las cosas con calma y salir a buscar detalles como el de la barca que hoy traigo aquí.



domingo, 13 de enero de 2013

Do you wanna smoke?


Javier es un tipo afable. Siempre rondando en soledad por el centro histórico de la ciudad, siempre con su guitarra, cantando a los turistas a pesar de no tener voz, recogiendo moneda tras moneda. A veces se pasa con ese vino blanco que bebe a morro del cartón, entonces se sienta y comienza a hablar, a balbucear cuando no es capaz de articular palabra. Pero hay días en los que busca compañía, días en los que no pide y se sienta con algunos como él, dedicándose a cantar por placer. Rara vez presta su guitarra, pero cuando lo hace recrimina sin descanso a quién empuña a su fiel compañera, porque no le gusta que la maltraten, ni que fumen sobre sus cuerdas...en esos días cuenta anécdotas, batallas, la última vez en la que le pegaron...aunque como él dice, no sabe ni le importa, porque iba demasiado borracho para enterarse de la llegada del puñetazo.

Javier no engaña, rara vez me pide una moneda, pero cuando lo hace siempre dice que es para vino. Y yo siempre respondo con la misma broma, diciéndole que si es para vino sí, pero que no se lo gaste en comida.