
Por cierto, los faros me encantan, arquitectónica y metafóricamente siempre me han atraido, de modo que no pierdo oportunidad de retratarlos cada vez que estoy cerca de uno de ellos. El de hoy es bien pequeño, pero me gusta igualmente por estar situado al final de un largo espigón que franquea una de las riberas de la desembocadura del río Duero. Desde él se puede contemplar Foz, la playa de Oporto, el río Duero y el Atlántico en toda su inmensidad. Lo he dicho muchas veces, pero lo repito, me encanta Portugal, sus ciudades, pueblos y gentes. Toca hacer una excursión en cuanto salga el sol. Feliz año, volvemos por aquí.
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