viernes, 20 de mayo de 2011

¡Marramamiau, miau, miau!

Vaya por delante que no me gustan los gatos. La razón, muy sencilla, un gato es una mascota, una animal de compañía, vaya. Y claro, según yo concibo los animales de compañía, ya que los alimento, mantengo sanos, limpio...como mínimo pido a cambio que el bicho (vale, el animalito, para los más sensibles) en cuestión pues me tenga entretenido. Es así y punto, si alguna vez tuviera en casa una mascota tengo claro que sería un chucho (sí, chucho, sin pedigrí ni nada). Un bichejo de esos diminutos que van siempre delante y detrás tuyo, pidiendo mimos y con ganas de jugar. Porque, pensándolo bien...me gustaría saber qué reportan los gatos. De acuerdo, en el cada vez más improbable caso de tener ratones en tu morada, pues te mantienen limpia la casa de roedores, pero si ese no es el caso...¡pasan de tí! El gato es independiente, también egoista, por naturaleza, normalmente sólo se acercará a tí cuando tenga hambre o quiera algo, mientras tanto preferirá ir a la suya. Eso por no hablar de la cantidad de pelo que te dejan en casa (no quiero ni pensar en mis vinilos llenos de pelo, ipso facto el gato sería puesto de patitas en la calle, porque mis discos...)


Bueno, ahora ya ha quedado clara mi opinión sobre los gatos. Si los alimento, al menos quiero quiero que presten atención y sepa quién manda en casa. En una casa con gato, el dueño y señor es el minino, que no os quepa la menor duda...así que en casa no entrará nunca uno de estos engreidos.

Sin embargo, en honor a la verdad, hay que decir que contemplar un gato siempre tiene algo de hipnótico. Son tan precisos en sus movimientos, tan elegantes, ya puede ser un felino de alta arcunia o un ramplón gato callejero, si te fijas en sus movimientos, en sus poses, nunca te cansarás de observarlo. Y claro, si vas cargado con tu cámara, la oportunidad para sacar alguna instantánea está puesta en bandeja. Esta pasada semana estuve unos días en Alicante, visitando a la familia, y en los pocos ratos en los que me ausenté de mi pueblo aproveché para escaparme a Guardamar, el pueblo donde pasé cerca de treinta estupendos veranos. Allí desemboca (es un decir, porque agua poca lleva) el Río Segura y en la bocana del río se ha aprovechado para hacer una serie de espigones y un puerto deportivo. Allí me encontré con los amigos que hoy traigo por aquí, además justo en el mejor momento, cuando la tarde ya estaba próxima a convertirse en noche. Los mininos acababan de dar buena cuenta de un pescado obsequio de alguien que se entretenía con su caña de pescar y después del festín decidieron sentarse a ver la puesta de sol. Lástima que llevara prisa, tan sólo puede hacerles ocho o nueve fotos, pero bien podría haber gastado un carrete entero, lo merecían.

2 comentarios:

alex dijo...

me se de una que te va a agradecer las fotos pero te va a matar por los comentarios :-)

alex

Manuel Soleado dijo...

Bah, no es para tanto, me apetecía una ración de jocosa sinceridad :-)

Saludos,
Manuel Soleado