Hace unos días intercambiaba con un amigo unos cuantos mails acerca de la curiosidad renovada por saber qué dará de sí una película fotográfica, sensación que todos los que nos hemos pasado a la reflex digital hemos perdido. Afortunadamente ahora me ha dado por rescatar las cámaras analógicas, y en este momento disfruto más que nunca cuando me acerco al laboratorio a recoger los negativos. Esto ha hecho que dispare la cámara en las situaciones más insospechadas, tan sólo ha de pasar por mi mente la idea para que saque la cámara del bolso y eche la foto. Esto puede suceder al observar una situación curiosa o, como es el caso, volviendo a casa de madrugada.
Hace unas semanas regresábamos de cenar con unos amigos en Alicante, de vuelta a Dolores ví Elche a lo lejos y me pregunté qué saldría de hacer a la ciudad una foto en una noche tan oscura, mi novia tomó el volante y he aquí el resultado. Un profundo viñeteado con las luces de la ciudad al fondo, pero antes nos encontramos con unas lineas de luz que surcan todo el fotograma de lado a lado, no son más que las luces de los coches que circulaban por la calzada opuesta de la autovía. La foto me encanta y aunque tengo algunas más realizadas en estas condiciones, creo que esta es mi favorita.
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